Un viejo fantasma vuelve a atormentar al país. La “ineptitud de las autoridades” se materializa y hoy tiene nombre y apellido, Dalia Scappini. El secuestro repunta y es de vuelta tapa de periódicos y tema central de todos los noticieros y programas en general. Los flashes informativos giran en torno a lo que se dice o acontece sobre la estrella, el secuestro.
Nuestras autoridades (específicamente nuestro presidente Fernando Lugo) se pasan descabezando instituciones, plantando nuevas cabezas que ni tardan dos meses en salir y que con ello ignoran que ponen en juego el equilibrio del país. Lo mas alarmante es que dichos cambios no son precisamente por su eficiencia, sino, se trata de maniobras políticas que ayudan a potenciar la figura de tal o cual personaje pensando en el 2013. Así es que cualquiera se interroga ¿Y el pueblo que?.
Debut duro
A solo cinco días de asumir su nuevo cargo de ministro del interior, Carlos Filizzola ya afronta la difícil tarea de lidiar con el secuestro de Dalia Scappini, prima de la ministra de turismo Liz Cramer. Ya como es debido y sabido, dicho sea de paso, el flamante ministro del interior declaro prioridad la recuperación sana y salva de la secuestrada de manos de sus captores.
Carlos Filizzola es consciente de que en estos momentos se juega su puestos y sus posibilidades para el 2013, si es que piensa acceder a algo en dicho año. Mas allá de los rumores de que quieren potenciar su figura para competir en el 2013 contra Horacia Cartes, el representante de País Solidario ha bajado en popularidad tras el apoyo a la reelección del presidente y hoy se juega el recuperar lo perdido.
Podría sonar trágico, pero Carlos Filizzola en estos momentos y con tan solo días en su cargo se juega su carrera política. Ya es sabido que desde hace años se encuentra en la sobra en lo que se trata de popularidad, pero si esto se resuelve a favor, cosa que deseo pero no por Carlos sino por Dalia Scappini, lo devolvería al ex intendente de la ciudad de Asunción algo del amplio territorio perdido.
Lo mismo de siempre
La inseguridad es un cuento que cada día nos desayunamos. La televisión, la radio, Internet y periódicos, nos muestran una gran galería que diariamente es actualizada de robos a bancos, a financieras, a quioscos, a personas particulares, etc. Nos inculcan el miedo y nos esclaviza a la posición de rezar al estado seguridad y en caso de incumplimiento lo criticamos.
La auto-critica inexistente es tan cómplice como los encargados de la seguridad irresponsable. Es fácil echar la culpa a alguien. Pero nadie se pone a pensar en ayudar. En cada asalto en cualquier ómnibus, quiosco o en la misma calle nos quedamos callados. Esto no es cuestión de cambiar la cabeza si el cuerpo esta podrido.
Este tema de la inseguridad no es algo que un Filizzola o un Lugo soluciona solo. Esto debería de ser algo colectivo, es mas, es absurdo delegar al estado (totalmente innecesario, opinión propia) el solucionar temas de tanta complejidad. Aunque parezca extraño. Esto no depende del estado en gran medida, sino, de nosotros mismos. El día en que aprendamos a denunciar y sacar una buena educación desde el ceno de la sociedad, la familia, va ser el día en que no lamentaremos mas secuestros o asesinatos por celulares.
¿Y el pueblo?
Me remonto a la pregunta con la cual terminaba la primera parte del articulo. Lastimosamente estamos en una sociedad en al cual delegamos al estado cosas, una de ellas es la seguridad y nos ponemos a rezar que cada candidato electo como presidente lo solucione, sin saber que algunos problemas tranquilamente se pueden solucionar desde nosotros mismos con la mínima intervención del estado, es mas incluso sin la mano de ese monstruo en quien inocentemente creemos.
Hay que asumir que tenemos gran parte de la culpa de esta inseguridad. Y que al delegar responsabilidades solo estamos haciendo que las autoridades fomenten y fortifiquen figuras con las instituciones del estado. No pondría a citar por que no terminaría nunca, pero paremos de crear falsos héroes y echar culpas a cualquiera, cuando en realidad somos nosotros los héroes y los culpables.
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